El día que decidí educar a través del cine

Patricia Fernández, Periodista
En este artículo
  1. Educar a los hijos a través del cine

Yo soy de esas personas que nunca han tenido claro su vocación; cuando vi en el cine Flashdance quise ser bailarina y mis padres me compraron un tutú; después de ver Indiana Jones pensé que era más divertido ser aventurera, así que me compraron unos prismáticos (porque el látigo estaba mal visto); tras ver Exploradores, quise ser inventora y astronauta…  y así el resto de mi vida. 

Después de 35 años viendo películas llegué a la conclusión que lo que de verdad me gustaba era vivir experiencias a través del cine. Durante esas dos horas podía ser aventurera, bailarina o astronauta, experimentar miedo, felicidad, conocer nuevos mundos, culturas, pensamientos ¡y sin moverme del sitio!

Educar a los hijos a través del cine

Educar a través del cine

Ahora, todas aquellas experiencias vividas a través del cine intento enseñárselas a mis hijas para que puedan disfrutar del cine como yo lo hago. Pero, tengo que reconocer, que encender la televisión ejerce en mí un poder absoluto de abstracción del mundo real, sumergiéndome en el HD sin remisión, y ya puedo tener un pollo en el horno o venir de visita mi tía Julia, a la que no veo desde años, que soy incapaz de retirar la mirada de la pantalla. Así que conocedora de este gran poder de absorción, decidí limitar a las niñas el horario televisivo al mínimo entre semana, es decir, cero patatero, pero los viernes montar una sesión de cine nocturno, único momento de la semana donde les dejo que engullir algo delante de la tele acompañado de palomitas, pero siempre con la perspectiva de ver una película que merezca la pena.

Como madre cinéfila, he querido que mis hijas conozcan todos los palos del cine, y eso significa que todo lleva su proceso. El problema es que el lenguaje de videoclip de los dibujos animados actuales, y de casi todo lo que se emite actualmente, es demasiado frenético y potente para que, una vez se acostumbren, puedas arrancarlas esa perspectiva de la cabeza. Así como el cine ha tenido una evolución a través del tiempo, de lento a rápido, nosotros deberemos adentrar a nuestros hijos. Es decir, lo primero que conviene que les enseñemos son las películas en blanco y negro y mudas; recuerdo las risas con mi madre cuando veíamos el gordo y el flaco o Harold Lloyd, pues os sorprenderá que a los niños de hoy también les gustan y lo disfrutan siempre que no se encuentren ya pervertidos por la vorágine de las nuevas imágenes.

Después pasamos a los Hermanos Marx en el Oeste, una de las preferidas de mi hija Marina, que literalmente se hizo pis de la risa con lo de “Más madera”. Les chiflan las películas de Bud Spencer, algo que nunca hubiera imaginado, y tras un recorrido por los clásicos de los 80 y 90 infantiles, del tipo La princesa prometida, ET, Los Goonies… hemos llegado a los 90 con un  bagaje fílmico en su haber, que ni José Luis Garci.

Es cierto, que hemos tenido problemillas con algunos temas. Ya aviso que los Gremlins no son una opción para menores de 12 años, tampoco la nueva versión del Mago de Oz, pero la del año 36 les encanta, y, muy a mi pesar, la Guerra de las Galaxias les aburre terriblemente.  

Pero lo que he descubierto es que, poco a poco, han desarrollado un lenguaje audiovisual increíble, son capaces de ser críticas sobre lo que están viendo, y sobre todo, no se tragan cualquier película que emitan por la televisión. Y, por si fuera poco, ahora las estamos viendo en versión original ¡todo un reto que merecerá la pena a pesar de sus quejas! 

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