En el colegio, soy la madre de...

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  1. Padres conocidos por sus hijos

Es una cuestión de pérdida de identidad o, por el contrario, hemos ganado una nueva identidad. Ser la madre o el padre de... es un reconocimiento maravilloso, pero anula tu nombre. La mayor parte de estas personas que te conocen como la madre o el padre de... desconocen cómo te llamas, pero en cambio se saben muy bien el nombre de tu hija o hijo, e incluso su apellido.

Es cierto que los amigos de mis hijos no tienen por qué saber cómo me llamo. Si miro hacia atrás en el tiempo, reconozco que yo tampoco me sabía el nombre de los padres de mis amigos, sólo el de los más íntimos y con quien compartía fines de semana en la sierra, había ido a su casa a jugar o a estudiar o eran amigos de mis padres. Y ahora pasa igual, sólo que estamos al otro lado de la trinchera.

Padres conocidos por sus hijos

El padre o la madre de...

En una de las reuniones del colegio, me sorprendió que la tutora de uno de mis hijos nos hiciera presentarnos uno por uno a los 28 padres, o más, porque algunas parejas habían acudido juntas. Cada uno de nosotros dijimos nuestro nombre o nuestro nombre y apellido y, a continuación, de quién éramos padres. Mientras cada uno iba diciendo su nombre, pensé: ¿será esta tutora capaz de acordarse de todos nosotros? Era la primera vez que nos veía y, sin lugar a dudas, recordar aunque sólo sea un 20 por ciento de las caras y asociarlas a un nombre, es toda una proeza y un reto para el ejercicio intelectual.

Con este acto, consiguió lo que probablemente se proponía: caer bien, y cayó bien seguramente a más del 95 por ciento de los padres de la clase. Prueba de ello, es que tardamos muy poco en elegir delegados, ya que algunos padres se animaron enseguida a proponerse como voluntarios y eso redujo el tiempo de espera. Y es que para ser delegado de la clase de tu hijo, hay que ser muy valiente, tener un poco de tiempo para dedicarle a esta cuestión y hacerlo bien, y contar con un interlocutor, en este caso la tutora, que sea receptiva, abierta, que sepa mirarte a los ojos y dotar de una identidad a cada uno de los padres de los niños de su clase.

Ser la madre o el padre de... consiste en un ejercicio de adaptación. Hay algunos amigos que lo llevan bien y se lo toman con la naturalidad que les marca la vida, mientras que otros reaccionan de un modo más hostil, aunque al final todos nos acabamos acostumbrando. Resulta curioso, al principio, escuchar a los amigos de tu hijo decir: mira, la madre de... voy a buscarle y a decirle que venga. Lo sorprendente es cuando un amigo de tu hijo viene y te dice: madre de... le dejas venir el viernes a mi casa a jugar. Entonces, no puedo reprimirme ni frenar mis deseos de decirle cómo me llamo. Y a continuación, añado algo para que no se le olvide y la próxima vez, me llame por mi nombre. 

En cada circunstancia, todos debemos de asumir un rol. En el colegio, soy la madre de... y esa imagen y las nuevas relaciones sociales que he hecho gracias a ser madre de... tengo que agradecérselas a mis hijos. Siendo la madre de... se me han abierto nuevas puertas y oportunidades de conocer a otros padres, a otros profesores, a otros monitores, delegados y amigos de mis hijos. Es cierto que siendo la madre de... se pierde algo, pero se gana mucho más.

Marisol Nuevo.

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