¿Educamos por igual a todos los hijos?

¿Educamos por igual a todos los hijos?

Patro Gabaldón, Periodista
En este artículo
  1. Diferencias en la educación de los hijos

De forma habitual, escuchamos de boca de los padres comentarios del tipo: "Mi hijo mayor es muy bueno y dócil, pero mi hijo pequeño, aunque lo educo de la misma manera, es muy desobediente y se porta fatal ". A veces, no hay nadie más diferente que dos hermanos, incluso cuando éstos puedan ser gemelos idénticos.

Todos sabemos que nuestros hijos son diferentes y muchas veces nos damos cuenta que no podemos exigirles lo mismo a unos que a otros porque sus respuestas, ante idénticas situaciones, son distintas.

Diferencias en la educación de los hijos

¿Se educa a todos los hijos por igual?

Todos los padres que tenemos más de un hijo sabemos que debemos adaptar nuestro modelo educativo a cada uno de ellos. Por ejemplo, a mí, mi hijo mayor no me ha dado nunca un disgusto importante, siempre ha sido muy obediente y responde muy bien a los consejos que le doy, así que nunca he tenido que recurrir a un castigo, con él. Por el contrario, mi hija, ha hecho que aprenda mucho a ejercitar mi paciencia, ya que siempre ha sido más rebelde y difícil de llevar, su respuesta a los castigos es bastante baja y he aprendido a manejarme más atendiendo a sus emociones. A los dos los quiero igualmente, no me fijo en que tengan diferente sexo, pero me siento obligada en ocasiones a proceder de distinta manera con ellos.

La comunicación y las relaciones en la familia son de ida y vuelta, por lo tanto tenemos que considerar a la hora de educar a nuestros hijos aspectos como el papel que cada uno desempeña en la familia, su personalidad, la posición que ocupa entre los hermanos, su sensibilidad. Empezamos a educar a todos por igual para ser lo más equitativos y justos posible, pero con el tiempo empleamos estrategias diferentes para cada hijo, para poder sacar de ellos lo mejor, aunque en lo fundamental permanezcamos en nuestra dinámica de seguir unas pautas comunes.

La otra cara de esta situación es que a ojos de nuestros hijos estas desigualdades van calando y, muchas veces, no entienden nuestra diferente manera de actuar. Según van siendo más mayores, interpretan estas diferencias como debilidades de los padres, preferencias, favoritismos o privilegios. Frecuentemente, los que siempre han sido más mansos ven cómo a sus hermanos "más rebeldes" se les otorgan más concesiones que a él, y muchas veces no les falta razón. Está claro que de todos nuestros hijos podemos aprender para estimularles según sus necesidades, pero aunque adaptemos nuestro proceder educativo al temperamento o carácter de nuestro hijo, debemos intentar ser equitativos y dedicarles a todos la atención que precisan para cada momento de su desarrollo.

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