Las heridas más comunes de los niños

Cómo curar cortes, rasguños y rozaduras. La infección por tétanos

Pedro Oliver
En este artículo
  1. Cortes, rasguños y rozaduras de los niños
  2. Un peligro común de las heridas: la infección
  3. Infección de las heridas por tétanos

Las heridas de los niños son, generalmente, el resultado de caídas que causan agresiones en la piel y en los tejidos adyacentes y subcutáneos. Su importancia o gravedad depende de cómo se hayan producido. Las heridas más frecuentes y también las menos graves son las erosiones, que son desprendimientos de las capas superficiales de la piel que dejan al descubierto vasos sanguíneos de pequeño calibre, y como consecuencia producen una hemorragia capilar.

Cortes, rasguños y rozaduras de los niños

Heridas comunes de los niños

En la erosión se pueden quedar pequeños fragmentos del material con el que se ha producido el encontronazo: granos de arena, asfalto u otros. Estas heridas son típicas de rodillas raspadas o de codos pelados. En los niños, las caídas accidentales se manifiestan, sobre todo, en las zonas más prominentes del cuerpo como los brazos o las piernas. Suelen producirse haciendo deporte, durante los juegos en los que es necesario correr o durante un paseo en bicicleta o jugando con el monopatín, el patinete o los patines sin protectores.

Para atender una herida, primero hay que diferenciar entre heridas limpias, que son aquellas en las que se observa claramente si hay o no cuerpos extraños o restos del material agresivo, y heridas sucias, donde colocaríamos el resto.

1. Herida incisa. Las conocemos con el nombre de corte, y se caracteriza por la separación nítida de los bordes. Es la típica herida producida por un cristal roto o el borde de una lata. Estas heridas acostumbran a producir hemorragias, porque el objeto que penetra en la piel abre los vasos sanguíneos que encuentra. Uno de los problemas que pueden presentar estas heridas es que pueden afectar a otras estructuras aparte de la piel, como los tendones, los músculos o los nervios.

2. Erosiones. Son las heridas más frecuentes en los niños y también las menos graves. Son desprendimientos de las capas superficiales de la piel que dejan al descubierto vasos sanguíneos de pequeño calibre, y como consecuencia producen una hemorragia capilar.

Un peligro común de las heridas: la infección

La apertura de la piel facilita la penetración de microorganismos, y el propio objeto causante puede estar contaminado por gérmenes que se filtran bajo la piel en el mismo momento del golpe o traumatismo.

Cuando la herida no está demasiado sucia y se cura adecuadamente con un lavado cuidadoso y la aplicación de antisépticos, es posible que no ocasione más problemas. Si no se produce infección, la herida cicatriza crece el nuevo tejido y se forman las fibras que unen los dos bordes. El tiempo de cicatrización acostumbra a ser de una semana. Según el tipo de piel, puede quedar una marca o una cicatriz.

Sin embargo, cuando se infecta, se puede producir una inflamación de la zona, que aumenta de volumen, se pone muy roja y duele. La acumulación de células del sistema inmunitario y de microorganismos muertos da lugar a la formación de pus, una segregación lechosa y maloliente que supura de la herida.

Infección de las heridas por tétanos

Una de las máximas complicaciones que se puede presentar es la infección por tétanos, una enfermedad infecciosa para la que existe vacuna y que está causada por la bacteria Clostridium tetani que provoca trastornos muy graves de las funciones nerviosas. Esta bacteria se puede encontrar en muchos lugares, como la tierra, espinas de plantas o agujas, hierros u objetos que pueden penetrar fácilmente en la piel.

Si el bacilo del tétanos penetra en la piel, se puede reproducir en su interior y elaborar una toxina que se extiende al resto del organismo, sobre todo a los nervios, y que actúa sobre las contracciones musculares, de manera que puede provocar la rigidez de diversas partes del cuerpo.

La mejor manera de evitarlo es administrar de forma regular la vacuna antitetánica, que hoy en día ya se administra rutinariamente a todos los niños, dentro de los programas de vacunación infantil. Los adultos deberían vacunarse de nuevo cada 10 años. En caso de no haberlo hecho, después de hacerse una herida se les debería aplicar una dosis de la vacuna antitetánica.

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