El peligro de eliminar la lactosa de la dieta de los niños sin recomendación médica

Por qué no debemos suprimir la lactosa sin diagnóstico de intolerancia

Carlota Reviriego, Nutricionista
En este artículo
  1. El error de eliminar la lactosa y el gluten de la dieta de los niños 

Hace años, el huevo, alimento básico en la dieta mediterránea, estuvo en el candelero por su supuesta relación con el aumento del colesterol en sangre. Posteriormente, y tras una drástica disminución en su consumo durante años, se ha demostrado que su consumo no supone riesgo alguno, y si aporta, sin embargo, numerosos nutrientes difíciles de encontrar en otros alimentos.

Del mismo modo que se atribuyó este efecto negativo para la salud al huevo, a día de hoy se atribuyen efectos negativos o positivos a ciertos alimentos o nutrientes que hacen que el consumidor se incline por su consumo o los deje radicalmente de consumir.  Sin embargo, resulta peligroso eliminar la lactosa y el gluten de la dieta de los niños por nuestra cuenta y riesgo, sin contar con la opinión del pediatra.

El error de eliminar la lactosa y el gluten de la dieta de los niños 

El riesgo de eliminar la lactosa de la dieta de los niños

Por ejemplo, la lactosa de la leche y el gluten de alimentos como el trigo, están en boca de todos como problemáticos para la salud, por lo que muchos padres, aun sin recomendación del pediatra o sin diagnosis que lo apoye, los están retirando de la dieta de sus hijos con la intención de evitar los supuestos trastornos. El resultado de esta eliminación puede ser precisamente el contrario al deseado, creando problemas donde no los había.

La eliminación de la lactosa de la dieta de los niños, ya sea mediante la eliminación total de la leche de la dieta o mediante la utilización de productos alternativos sin lactosa suele atender a una falsa creencia: su relación con la aparición de síntomas de asma o con un aumento de la mucosidad y las flemas en los resfriados o de su viscosidad. 

La lactosa es el azúcar de la leche, un disacárido compuesto por una unidad de glucosa y otra de galactosa. La leche materna también contiene lactosa, por lo que, desde el nacimiento, el bebé está preparado para digerir este azúcar. Para la digestión de la lactosa, es decir, para su ruptura o descomposición en unidades de azúcar simples que las células puedan utilizar, es necesario que el organismo produzca lactasa, un enzima que, en principio, el cuerpo humano dejaría de producir tras el destete. Sin embargo, mientras que en la prehistoria los homínidos eran incapaces de consumir leche tras el destete, en la actualidad la mayoría de personas producimos lactasa suficiente como para tolerar su consumo toda la vida.  

Algunos niños dejan de producir lactasa con el paso de los años y empiezan a presentar síntomas de intolerancia. En estos casos, tras el diagnóstico, será el pediatra el que recomiende la eliminación de la leche (los yogures y el queso generalmente no tienen lactosa o tienen cantidades inapreciables) para evitar los desagradables síntomas.

Hacerlo sin necesidad supone que el niño empiece a producir cada vez menos lactasa, llegando a ser intolerante cuando antes no lo era. Esta intolerancia suele ser reversible, pudiendo volver a tolerar la lactosa si se reintroduce poco a poco, pero, inevitablemente, se hace pasar al niño por un periodo de incómodos síntomas sin necesidad. Además, limitar el consumo de lácteos en la infancia puede generar problemas en la absorción del calcio y su fijación a los huesos, y afectar, por tanto, al crecimiento.

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