La necesidad de enseñar a nadar a los niños

Por qué debemos enseñar a nadar a los niños pequeños

Patro Gabaldón, Periodista
En este artículo
  1. Enseñar a nadar a los niños: una obsesión para los padres

Uno de mis temores más obsesivos es que en un despiste alguno de mis hijos pueda ahogarse en la piscina, ¡hasta sueño con ello alguna vez! Me agobia tremendamente perderlos de vista en una playa concurrida o cuando me pongo a charlar.

Aprender a nadar es una verdadera necesidad para los niños, es un seguro de vida que nos tranquiliza ante uno de los disfrutes más maravillosos del verano para los niños: jugar con el agua y dentro de ella. Te expliocamos por qué debe ser una prioridad la necesidad de enseñar a nadar a los niños.

Enseñar a nadar a los niños: una obsesión para los padres

Enseñar a nadar a los niños

Enseñar a nadar a los niños es una necesidad. La mejor opción es la posibilidad de que los niños se familiaricen con el agua desde muy pequeños, algunos nos sorprenden cuando con tan solo unos meses pueden bucear conteniendo la respiración, salen a flote y disfrutan de la sensación de un baño compartido con sus papás. Para los bebés son muchos los beneficios, ya que la natación mejora sus capacidades cardiorrespiratorias, favorece su alineación postural y beneficia su coordinación muscular y capacidad sensorial, aunque también puedan ser más sentsibles a catarros, otitis o enfriamientos.

Recuerdo haber aprendido a nadar sola y, desde luego, reconozco que mi técnica no es muy depurada. En un principio iba embutida o agarrada de mi flotador, pero pronto sentí la necesidad de ir recorriendo pequeños espacios siempre cerca de la orilla para agarrarme. Fue un aprendizaje sin traumas, pero todavía a estas alturas no he podido contener la respiración bien cuando estoy sumergida ¡y eso que me encanta!

He escuchado testimonios de amigos para los que su aprendizaje supuso un pavoroso trance, ya que bien su padre o alguien de confianza decidieron arrojarle al agua para que saliera a flote, y finalmente tuvieron que sacarle medio ahogado. El temor del niño a ahogarse impide el aprendizaje, por eso hay que evitar estos bruscos métodos, aunque con algún otro niño hayan podido funcionar. Los bebés de menos de un año se adaptan más rápidamente al agua que los más mayores.

Cuanto más tiempo el niño esté apartado del agua es más probable que se despierte en él inseguridad y desconfianza dentro del agua, por eso hay que animarles desde pequeños a compartir momentos gratificantes dentro del agua. Si al niño le gusta estar en el agua y disfrutar de jugar y sentirse ligero dentro del agua, el aprendizaje nos llevará menos tiempo.

Ya hay muchos papás que confiamos esta tarea en los profesionales de escuelas de natación, aunque también podemos nosotros mismos enseñar a nuestros hijos mediante flotadores, manguitos, tablas u otros objetos flotantes que en un principio les proporcionen seguridad y juegos. Mientras dure el aprendizaje no debemos perderles nunca de vista. Asimismo es importante el niño aprenda a meter la cabeza bajo el agua, para aprender a detener la respiración y no sentir agobios ante la posibilidad de que el agua les cubra la cara. Saber nadar incrementará en nuestros hijos su autonomía, confianza y adaptación, convirtiéndose para ellos en un juego divertido. Para los papás supondrá un respiro y una menor preocupación por su seguridad, ya que en época estival los ahogamientos son una causa frecuente de muerte, especialmente en niños menores de 5 años.

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