Nombres de bebés: sin presión ni imposición

Nombres de bebés: sin presión ni imposición

Patro Gabaldón, Periodista
En este artículo
  1. Cómo elegir el nombre para tu bebé

El pasado fin de semana, una de mis cuñadas nos comentó que tenía un nuevo vecinito al que sus padres le habían puesto un nombre tan raro y difícil de pronunciar, que era imposible de recordar (de hecho, yo ya no me acuerdo), así que siempre que se cruzaba con el pequeño se dirigía a él diciendo algo como: ¡qué tal, chiqui!, o un ¡hola bonito! Sustituía su nombre por alguna palabra cariñosa que lo pudiera suplir.

Cómo elegir el nombre para tu bebé

Embarazada con nombres

¿Para qué le sirve el nombre, si nadie lo recuerda porque es complicadísimo?, decía ella, ¿dónde han quedado los clásicos de toda la vida, del santoral? El tema da mucho que hablar porque unos años atrás ha habido un movimiento pendular de un extremo a otro en lo referente a poner nombre a nuestros hijos. Me explico, hace unos cuarenta o cincuenta años ¡a la vuelta de la esquina!, a los que ahora somos padres o abuelos, en muchos casos, nos ponían el nombre que 'debíamos llevar', aquel que nuestros padres nos ponían por algún compromiso familiar, tradición cultural o incluso imposición a la hora de bautizarnos.

Tengo una amiga de mi edad que se llama Delia, y como este nombre no formaba parte de los que engruesan el santoral de la iglesia, le pusieron Delia María, para poder bautizarla, así pusieron un nombre compuesto que, según su criterio, no pega ni con cola. Ésta era la manera de poner al nuevo niño bajo la protección del santo con el que compartía nombre, o en su defecto, el de la Virgen María. Aunque ya no hay tanta tradición, antes te felicitaban y se celebraba tanto tu cumpleaños como la onomástica de tu santo patrón protector. A mi hermano Juan le felicitaban el día de San Juan Evangelista, el de San Juan Bautista, San Juan de la Cruz... y todos los Juanes del santoral, que son unos cuantos.

Ahora existen reacciones contrarias o al margen de esta tradición; ya no importa tanto ni las raíces, ni la tradición, ni el origen, ni siquiera el apellido de los padres, sino la singularidad y originalidad del propio nombre con el que nos referiremos a nuestro pequeño. Lo importante es elegir el nombre que a uno le apetezca, sin presiones ni imposiciones. Parece que actualmente los padres ponen a su hijo el nombre que consideran oportuno, según sus apetencias, creencias, compromisos, ideas o disparates..., aunque, eso sí, no es aceptado en el registro civil si el nombre elegido es humillante o vejatorio para el niño.

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