Cómo se transmite el tétanos en los niños

Qué es el tétanos y cómo puede infectarse un niño

En este artículo
  1. Cuándo puede contagiarse un niño de tétanos
  2. La transmisión del tétanos en niños y adultos

El tétanos es una enfermedad infecciosa, no contagiosa, potencialmente grave y que afecta al sistema nervioso central. Se debe al efecto de una toxina llamada tetanospasmina, generadas por una bacteria llamada Clostridium tetani.

Se trata de una enfermedad prácticamente erradicada en los países con adecuadas coberturas de vacunación.

Cuándo puede contagiarse un niño de tétanos

Cómo se infecta un niño de tétanos

Deben darse cuatro particularidades para que podamos enfermar de tétanos:

1. No estar correctamente vacunados. O bien, que la vacuna no haya sido efectiva, algo realmente excepcional que solo ocurre en algunas personas que sufren otro tipo de enfermedades que debilitan la respuesta del sistema inmune.

2. Que tengamos una herida llamada “tetanígena”. Es decir, heridas penetrantes, contaminadas con polvo, tierra o heces (más típico en áreas rurales), o producidas por materiales oxidados, o también heridas profundas secundarias a quemaduras, congelaciones o mordeduras.

3. Que la herida sea colonizada por esporas de Clostridium tetani, y que la bacteria se encuentre en las condiciones ideales para producir la toxina. Estas condiciones requieren una situación conocida como anaerobiosis, es decir, falta de oxígeno. Por eso, estas bacterias prefieren heridas profundas.

4. Que no hayamos pedido asistencia sanitaria ante semejantes heridas, lo cual cuesta creer, pero a veces ocurre.

La transmisión del tétanos en niños y adultos

En adultos, es habitual que, ante heridas importantes, se administren dosis de refuerzo de la vacuna, así como una antitoxina específica que trataría de neutralizar los efectos de la tetanospasmina. Es habitual porque ante la pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que usted se vacunó contra el tétanos?, la respuesta verbal suele ser nula, y la no verbal se acompaña de unos ojos bien abiertos con una clásica expresión facial de confusión mezclada con una pizca de susto.

En los niños esto no es así, pues todos ellos han recibido suficientes dosis (más de tres) y no ha pasado tiempo suficiente (5-10 años desde la última dosis) como para considerar que existe riesgo de transmisión. En esta situación, solo ante heridas de alto riesgo se podría valorar una dosis de antitoxina.

En los niños no vacunados, víctimas de una peligrosa e inadecuada decisión por parte de sus padres, la situación es bien diferente, y el riesgo elevado ante heridas “tetanígenas”. En este caso, los “antivacunas” no se ven protegidos por el efecto rebaño del resto de la población bien vacunada, pues esta no es una enfermedad que se transmita de persona a persona. El no vacunado se expone totalmente al riesgo de sufrir esta enfermedad. De ahí que, ante mínimas heridas, el temor de los progenitores suela corromper su meditada decisión y acudan con urgencia al pediatra, para recibir la vacuna que en su momento fue negada. Y es que ya lo dijo Marie Curie: “en la vida, no hay nada que temer, solo hay que comprender”. Si te vacunas, no hay tétanos. Así de fácil y, pocas veces, tan difícil.

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