Cómo son los niños orgullosos

Características de los niños presuntuosos

María José Roldán, Maestra y Psicopedagoga
En este artículo
  1. Características del niño orgulloso
  2. Los niños no nacen siendo orgullosos

Siempre he pensado que el orgullo no es malo siempre que se sepa controlar adecuadamente, cuando se gestiona mal… ahoga las emociones.

El niño orgulloso, al igual que cualquier adulto con orgullo será una persona que tiene un exceso de 'confianza' en sí misma, tanto en lo que hace, en lo que dice… todo es perfecto. Este orgullo no permitirá ver que en ocasiones se cometen errores y que se deben aceptar y reconocerlos para poder seguir hacia delante de forma sana emocionalmente.

Características del niño orgulloso

Niño presuntuoso

Les cuesta mucho perdonar porque creen que son siempre los demás los que tienen que dar su brazo a torcer para pedir perdón porque se consideran perfectos. En la mayoría de los casos los niños (y los adultos) con exceso de orgullo suelen ocultar una parte más débil en su interior como por ejemplo la inseguridad o la baja autoestima, por eso acostumbran a utilizar el orgullo para defenderse de los posibles ataques externos, a modo de coraza, unos ataques que en la mayoría de ocasiones únicamente están en su percepción.

Les gusta mostrar sus logros a los demás para que los demás no vean sus debilidades porque las debilidades para ellos son una puerta de entrada a su fragilidad interna. En cierto modo se utiliza el orgullo para ocultar el sentimiento de inferioridad pero sobre todo para no reconocer los propios errores y las consecuencias de estos actos.

Los niños no nacen siendo orgullosos

El niño orgulloso no nace siendo orgulloso, en la mayoría de ocasiones aprende la conducta en casa, en el núcleo familiar. El niño orgulloso se da cuenta que asumir los errores y las consecuencias no es tarea fácil y que resulta más cómodo (pero no productivo) utilizar el orgullo para enmascarar todos esos sentimientos negativos que no le hacen estar bien (baja autoestima, inseguridad, falta de confianza, etc.) y utilizar la baja tolerancia a la frustración para manejar el entorno (aunque quien más sufre es el pequeño).

El orgullo, la vanidad y la soberbia van cogidos de la mano, cuando un niño experimenta un orgullo mal gestionado es porque en definitiva lo que quiere en su interior es reconocimiento por parte de los demás. Un reconocimiento que necesita casi como el respirar para no enfrentarse a sus debilidades, a sus carencias y a toda la inseguridad que no le deja tranquilo.

Por este motivo resulta tan importante trabajar el orgullo primero en los padres para no transmitir conductas negativas a los hijos, ya que los pequeños son esponjas de conductas de sus modelos preferidos: los padres. Estas conductas se corregirán sanando la baja autoestima y las inseguridades.

Después resultará imprescindible que los pequeños sean capaces de gestionar el orgullo de forma correcta trabajando con ellos además de la autoestima, las responsabilidades, los pequeños logros y también los pequeños fracasos.

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